Manuel Lepe nació el 17 de abril de 1936 en Puerto Vallarta, ciudad en la que viviría para siempre. Lepe, como le llaman familiarmente en su ciudad, fue el creador de un estilo naifvallartense y es el único pintor mexicano registrado en el Directorio de Arte Naïf de Francia.
Coincide en el tiempo con una de las épocas más transcendentes en la historia de esta ciudad, la famosa filmación de la Noche de la Iguana, que habría de marcar sin duda su visión de luz y esperanza. Como un pequeño anticipo del estrecho vínculo que se establecería entre Lepe y su espacio, una de sus primeras pinturas "públicas" fue sobre los muros de esta ciudad, y con el paso de los años, cuando el futuro de Vallarta se definía como destino turístico, sería él su primer cartelista.
Se produce una identificación tan plena entre el pintor y su ciudad que se irradia una exaltación de la experiencia en ese mundo de luz, recreo y alegría. Son imágenes que se escapan al tiempo porque captan la esencia y el alma de esta ciudad, niños cuyas caras y juegos siguen bailando en nuestro presente. Su hija Marcela Lepe comenta que él era así, como un niño y que nunca perdió ese espíritu infantil y divertido, y le encantaba estar rodeado de niños. Manuel pintaba simplemente lo que veía, niños por todas las esquinas.
Su sencillez y el candor de su visión dejan huella en otro grupo de pintores: su hermano Rodrigo Lepe, Ada Colorina, Javier Niño y Gilberto Grimaldo, que en su mayoría son, como Lepe, autodidactas. Aprenden a pintar por instinto a una edad temprana sin ser realmente conscientes de estar generando escuela y con escasa instrucción técnica en un principio. Sin embargo, a pesar de heredar una visión, cada uno ofrece su propia mirada al paraíso, Ada Colorina presenta un mundo esencialmente mexicano donde sus gentes de blanco andan a la tarea casi jugando entre vivos colores, mientras que en el caso de Javier Niño la naturaleza predomina y se concreta en toques fantásticos. Las -sensaciones de magia, armonía y felicidad manan de todos ellos, porque parten de vivir la misma experiencia llena de mágicos encuentros con la naturaleza, un contacto que acerca al hombre a su esencia y pureza.
Comparten todos ellos una visión minuciosa de la vida donde cada detalle es importante y destacado y algunas veces motivación e inspiración de una pintura, como la imagen de un jaguar incauto saliendo de la espesura. Expertos en arte naif advierten que la autenticidad del espíritu naif no responde a un cúmulo de minuciosidad decorativa, sino que se refleja en una forma de percibir la vida en pequeños relámpagos y brotes que constituyen el palpitar y el cuerpo de sus emociones.
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